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MARCELO BRIGNONI

07-04-2018

El Futuro de los Pueblos de Suramérica, no está en Occidente

La fascista y arbitraria detención de Luis Ignacio Lula Da Silva en Brasil, nos remonta hacia noviembre de 2005 en Mar del Plata, Argentina, en los orígenes del desafío suramericano al "orden Internacional" y nos obliga a repensar la propuesta geopolítica de integración internacional de nuestro contienete, ante un mundo complejo y diverso

En aquel 2005, la Cumbre de las Américas, con George Bush de cuerpo presente, expresaba la negativa a la puesta en marcha del Acuerdo de Libre Comercio de las Américas, y los Presidentes Lula de Brasil, Kirchner de Argentina y Chávez de Venezuela impulsaban el inicio de una estrategia de soberanía sudamericana.

Recordar esta “desobediencia histórica” nos permite entender mejor la detención de Luis Ignacio Lula da Silva, en el marco de la respuesta estratégica del Norte, ante aquella “insubordinación”.

En aquellos días de 2005, el eje central de nuestra región, pasaba por el abandono de la mirada hemisférica continental impulsada por Estados Unidos, e iniciada con la creación de la OEA en aquel sangriento abril de 1948 en Bogotá, cuando en el medio de la Conferencia Panamericana, sería asesinado el candidato presidencial Jorge Eliécer Gaitán, que se oponia a la incoporación de Colombia, a esa instancia internacional.

La idea de UNASUR no nació en Mar del Plata, venía desde el 8 de diciembre de 2004, cuando en la Reunión de Presidentes de América del Sur, que se realizó en Cuzco, Perú, se creó la Comunidad Suramericana de Naciones (CSN), la que posteriormente daría paso a la conformación de la Unión de Naciones Suramericanas, UNASUR, el 23 de mayo de 2008, cuando se aprobó su Tratado Constitutivo.

La primera respuesta contraria a la formalización de UNASUR, no tardaría en llegar, y sería la destitución del Presidente Constitucional de Honduras Mel Zelaya, en 2009.

La “anomalía” de los gobiernos populares en América del Sur, se profundizaría con su “imperdonable pretensión”, de construir un mercado común regional, una estrategia continental bioceánica, autónoma y con institucionalidad propia, y hasta un Banco del Sur para financiar su desarrollo.

Paradojalmente, la UNASUR surgió en aquellos días de modo contemporáneo a la crisis financiera de 2008, crisis que marcó la máxima falacia neoliberal contemporánea, cuando los trabajadores de los países occidentales del hemisferio norte, debieron financiar con sus impuestos, los desfalcos del sistema financiero internacional. Aquellos banqueros que sin vergüenza alguna, pedían “ayuda del estado” para sobrevivir a su “ineficacia”.

En esos días, donde los socialistas europeos se sumarian alborozados al “no hay alternativa al neoliberalismo” y al “rescate” del sistema financiero, se empezaría a incubar en paralelo, la debacle del “libre comercio”. Debacle que culminaría en la nueva “guerra comercial” declarada por el gobierno de Donald Trump recientemente, después del fracaso rotundo, de la reunión de la Organización Mundial de Comercio en Buenos Aires, a fines de 2017.

Después de 2008 es historia más reciente en Suramérica, la que incluyó el consumado Golpe a Lugo en Paraguay, el intento de Golpe a Evo Morales en Bolivia y a Rafael Correa en Ecuador, desbaratados por la UNASUR, el asedio y el bloqueo incesante a Venezuela, la destitución de Dilma, el intento de encarcelamiento de Cristina Fernández y la decisión de encarcelar a Lula da Silva.

Todas acciones de una misma estrategia internacional, pergeñada en el Departamento de Estado y apoyada por la Unión Europea, para acallar las voces de quienes si creen posible, que “hay alternativa” al neoliberalismo.Esta andanada de "castigo" a los movimientos populares y a sus dirigentes, se pretende pedagógica, en aras de impedir el regreso de los “gobiernos populistas” a la Región.

El encarcelamiento de Lula merece sin embargo una mirada mas profunda, debido a su gravedad institucional, internacional e histórica, ya que marca el absoluto y explicito desinterés de Occidente por la Democracia en Suramérica, lo que sin embargo no tiene nada de nuevo, y viene desde los tiempos donde los europeos “progresistas”, término confuso si los hay, caracterizaban a Juan Perón y Getulio Vargas, como homónimos de Hitler y Mussolini.

Algunos voluntaristas dirigentes populares sudamericanos, esperaron en vano estos días, el “escándalo internacional” que el “mundo democrático”, provocaría si el encarcelamiento de Lula se consumaba. Es obvio que no sucedió, porque en la mirada colonial que el hemisferio norte occidental tiene sobre Suramérica, la autonomía y la vocación de desarrollar nuestro continente con inclusión de sus mayorías populares, y al margen de la “cultura atlántica” resulta inadmisible para ellos.

Suramérica tiene hoy el horizonte de su desarrollo en la lucha por una unidad regional bioceánica autónoma, en una idea geopolítica donde la sola observación de las inversiones productivas en la región y de gran parte de las exportaciones comerciales, la ponen mirando al Pacifico y no al Atlántico, y donde la tan publicitada “reinserción en el mundo occidental después del populismo” solo significa en la práctica, el deterioro de la democracia y la pérdida de calidad de vida de sus mayorías populares.

Los “valores culturales occidentales” no dan cuenta de lo que sucede en Suramérica, donde los jueces fallan a pedido del poder económico, donde no existe el estado de derecho y donde los dirigentes populares que no se mantienen en el poder, solo son acreedores de la cárcel, la proscripción o el destierro. Mientras esto sucede, la Unión Europea, una región en decadencia, mira para el costado y promueve una región sudamericana factoría, que la provea a precio vil de materias primas y que recepcione los espejitos de colores, del excedente de sus exportaciones.

El apoyo explícito a todos los golpistas sudamericanos, Temer y venezolanos incluidos, es la prueba visible de esta realidad.

Esperar ayuda y comprensión al fortalecimiento de una democracia real en Suramérica, de parte del Consejo Europeo, del resto de Occidente y de sus instituciones internacionales, es como esperar que el sol salga por la noche.


La OEA y sus agencias y la Unión Europea y sus organismos, no son aliados de nuestros pueblos. Es imprescindible tomar distancia de sus recomendaciones, influencia y opiniones, si se pretende que las mayorías de Suramérica tengan un futuro de inclusión y desarrollo.

Una Suramérica integrada, interactuando de modo soberano en un nuevo Mundo Tripolar, con Estados Unidos, Rusia y China como potencias, debe pensarse a sí misma, plenamente autónoma de Occidente.

El desprecio Occidental por lo que denominan “populismo sudamericano” es tan claro como obvio, por parte de quienes como ellos, creen que el mercado es más importante que el estado, que la economía es más importante que la política y que los negocios son más importantes que la democracia.

De hecho, lo escribieron y lo repiten. Frederich Hayek, el padre del neoliberalismo occidental, que hoy esta tan vigente, decía que “un orden en el que todos tratasen a sus semejantes como a sí mismos, desembocaría en un mundo en el que pocos dispondrían de la posibilidad de fructificar”.

Seguir pensando con una ingenuidad incomprensible, que “pertenecemos a Occidente” solo retrasará el retorno de los movimientos populares, a los gobiernos de la Región Suramericana.

Es hora de pensar con autonomía y valentía conceptual, ya que con solo revisar acciones y estadísticas, veremos que los principales aliados comerciales, económicos y políticos de los pueblos de Suramérica, están hoy, al Este de la Unión Europea.