16-03-2020
La Distopía Neoliberal
Por Marcelo Brignoni, Analista Internacional, integrante del Grupo de Trabajo Mundo Sur
La implementación de las políticas neoliberales y de las medidas de ajuste que se profundizan desde aquel Consenso de Washington, acuñado en 1989 por el economista John Williamson, parecen tener niveles de alta responsabilidad en la expansión geométrica, de la pandemia de coronavirus que nos acecha.
Si hay algo que esta pandemia nos muestra con explicita elocuencia, es que la lógica del “libre mercado” y la búsqueda del lucro personal irrestricto, defendido por los “meritócratas”, resulta un modelo de relacionamiento social, absolutamente refractario a la condición humana esencial, de la vida comunitaria y el interés común.
En el discurso dominante de estos últimos años, de políticos y comunicadores “occidentales” (mayormente a sueldo de los globalizadores financieros) la economía de libre mercado se consideró signo de virtud, que conllevaba de modo intrínseco, una fe mística en sus propiedades milagrosas, nunca verificadas en términos reales.
La religión pagana neoliberal, construyo un entramado global anti estatal y también anti humanitario, que difícilmente pueda ser mejor descripto que en aquella frase de Milton Friedman cuando señaló “La solución de un problema impulsada por un gobierno, es habitualmente tan mala como el mismo problema”
Desde esa lógica de cuestionamiento explicito al estado, la política neoliberal trajo como menú universal, la reducción drástica y el control estricto del mal llamado gasto público (con excepción de la parte destinada al pago de la deuda pública que se generó y se genera, como mecanismo de dominación) la privatización de las empresas y los servicios esenciales, incluidos los referidos a la salud y la educación, fuertes incrementos en las tarifas de los bienes y servicios públicos; devaluaciones, aperturas comerciales externas indiscriminadas, desregulación de la actividad financiera; perdida de derechos laborales (con ataques a sindicatos, a contratos colectivos de trabajo y con cambios regresivos en la legislación laboral) y una visible depreciación salarial, acompañada de un culto a la informalidad “emprendedurista”.
Por si esto fuese poco, la banca multilateral, desde el Banco Mundial al FMI, e incluso el Banco Central Europeo, condicionaron y condicionan sus préstamos o su ayuda, a la acepta¬ción por parte de los gobiernos receptores, de sus pro¬puestas de reforma, habitualmente destinadas a desfinanciar los sistemas de salud y educación públicas y a desintegrar los sistemas solidarios de retribución previsional. Estos procesos de ajuste y de cambio estructural que los Estados aceptan aplicar, modifican radicalmente el acontecer político-económico y social de los países en que se ejecutan. Latinoamérica no ha sido la excepción y ha demostrado, en estos últimos cinco años sobre todo, una obe¬diencia suicida a la aceptación de estas pautas.
La “revolución neoliberal”, ha producido una desigualdad social jamás vista en el mundo desde fines del siglo IXX. Solo en Estados Unidos el 10% más rico que hace muchos años se quedaba con el 33% de la riqueza nacional, aumento su “apropiación” al 76 % en 2018. Las familias ricas vieron crecer su riqueza en un 54% entre 1989 y 2018, mientras que las de la famosa “American middle class” solo experimentaron un incremento del 4%, y las familias más pobres, vieron caer su riqueza un 6% entre 1989 y 2018.
En este 2020 ya resulta bastante intolerable para la condición humana, admitir que el dinero cumple una función darwinista en las sociedades, decidiendo sobre la vida y la muerte, como impulsan en los hechos los neoliberales.
La crisis del coronavirus nos obliga a replantear la necesidad de preservar la vida en sociedad, revalorizando al estado, a la solidaridad social y al compromiso comunitario, como únicos valores contrapuestos al individualismo extremo, el que nos llevará a la destrucción de nuestro propio mundo, si no lo detenemos a tiempo.