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26-10-2016

Néstor Kirchner, el Perón que yo conocí

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Quisiera que me recuerden

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Este 27 de octubre, se cumple el sexto aniversario del fallecimiento de Néstor Kirchner, en un mes como el de octubre, que produjo noticias muy importantes, buenas y malas para el pueblo argentino

En un día como este, resulta necesario recuperar muchas de las palabras de la tradición popular peronista, que la propia intelectualidad de los últimos años, tal vez sin darse cuenta, fue abandonando y reemplazando.

La aparición de términos de confusa comprensión popular, y ajenos a la tradición cultural peronista, no han significado la aparición de nuevas identidades, superadoras de la creación colectiva del 17 de octubre de 1945.

Ser peronista, motivo de orgullo en el pasado, paso en muchos casos a ser parte de una identidad “culposa”, reemplazada incluso a veces, por la auto denominación “progresista”. Entonces el “ser peronista”, el ser parte del Movimiento Nacional y Popular, el ser afiliado del Partido Justicialista, paso entonces a relativizarse, e incluso a cuestionarse.

El progresismo, más allá de su presunta valoración fronteras afuera, en nuestro país ha estado asociado, tal vez injusta pero muy claramente, a lo que se describe como “los gorilas”, denominación con la que el peronismo menciona, a los antiperonistas. Ser progresista no fue, ni es hoy, sinónimo de ser peronista.

En nuestro país, es más bien lo contrario. Sobre todo, en la interpretación de vastos sectores sociales peronistas, provenientes de hogares humildes, en cuyas paredes las fotos de Evita y el General Perón en su caballo pinto, formaron parte de la iconografía de su infancia.

El peronismo tiene una épica, un lenguaje y una estética, cuyos máximos exponentes tal vez hayan sido la propia Evita, Discépolin y Leonardo Favio.

Claramente no hay en la cultura y en la política argentina, de los últimos 72 años, referencias o mitos refundantes que puedan reemplazar la épica, el lenguaje y la estética peronista, en un sentido superador.

El propio Néstor, un gran compañero peronista, el mejor después de Perón, al momento de su muerte presidia el Partido Justicialista, entendiendo claramente que la construcción del Frente Nacional y Popular por el que tanto luchó, tenía eje articulador en el peronismo.

Afrontamos hoy un tiempo difícil, donde la reconstrucción de esa nueva mayoría popular, social y electoral, debe encontrarnos en la valoración y el rescate de nuestra identidad, la que el pueblo entiende como propia, mas allá de encomiables esfuerzos intelectuales, en búsqueda de “nuevas síntesis históricas”

Reivindicar los momentos de gloria, de lo que el pueblo trabajador reconoce como “su identidad”, como “la historia de sus luchas”, es imprescindible en momentos difíciles como este, en que nuestro pueblo se ha refugiado en la nostalgia de los felices momentos pasados, cuando el peronismo ha sido el eje cultural de los doce años kirchneristas.

El uso de las palabras y la revalorización de un lenguaje peronista, comprensible social e históricamente, aparece hoy imprescindible para comunicarnos con nuestro pueblo, que ha padecido a la oligarquía más que al neoliberalismo, que ha sido marginado más que estigmatizado, que ha sido proscripto más que manipulado, y que se ha sentido más cómodo, sintiéndose pueblo más que gente.

Quienes piensan que el pueblo puede ser manipulado por “el neoliberalismo y la concentración mediática”, abonan tal vez sin saberlo, una idea gorila sobre el análisis de su comportamiento, y lo subestiman de manera inconsciente, pero manifiesta.

Quienes creen que todos aquellos que critican nuestros 12 años felices, son traidores e iguales en su vocación entreguista, no entienden la etapa que atravesamos.

Dolina suele decir que solo la ignorancia que le toca padecer al que no sabe leer, puede hacer que a alguien le parezcan iguales, los textos del Quijote y los de la revista gente. No ver las diferencias y los distintos matices de conductas y trayectorias, es prejuicio de gorilas ignorantes, no de peronistas.

El peronismo no cuestiona la “falta de conciencia de clase”, ni promueve la construcción de una visión del mundo, racional y permanente, siguiendo una mirada ya prevista, que contiene todas las explicaciones, a cualquier pregunta.

El peronismo admite la duda, el desatino de la emoción y a veces cambia de rumbo como parte de su paradoja, y además no se lleva bien con las palabras largas, sobre todo con las palabras que describen cosas que el peronismo ya describió con otras palabras.

Alguna vez Leonardo Favio, consultado por su condición de peronista señaló “soy peronista por la alegría, por la alegría de vivir siendo peronista”.

Las palabras del peronismo abogan por la emoción, por la naturalidad de ser parte de una familia con ilusiones, ambiciones reflexiones y luchas.

Es hora de retomar esa cultura, es hora de volver a centrar nuestra mirada y nuestras palabras en la identidad del pueblo trabajador. En esas palabras están las respuestas que el tiempo que nos toca vivir, nos obliga a organizar.

No será ninguneando nuestra historia peronista, con sus aciertos y errores, ni pretendiéndola superada por otros paradigmas incomprensibles para los trabajadores, que volveremos al gobierno.

Es bueno recordar los ejemplos de Perón y de Néstor, los dos mejores argentinos de los últimos 70 años, los dos mejores Peronistas de los últimos 70 años. Recordándolos a ellos, a sus luchas y enseñanzas, evitaremos la confusión de creernos propulsores de una nueva síntesis política y social, que aún no llegó.

La pluralidad popular en Argentina sigue teniendo eje articulador en el peronismo. No entenderlo es abonar una vocación testimonial de minorías. El pueblo peronista no se lo merece.