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18-08-2017

Venezuela y el Actual Orden Internacional

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Podríamos decir para iniciar el debate, que estando en Venezuela uno entiende el malestar del pueblo venezolano, ante la distorsión de lo que vemos desde afuera del país, que es diametralmente opuesto a lo que sucede y uno puede ver, estando allá.

La presunta masividad de las protestas opositoras no es tal, el repudio generalizado al gobierno no es tal, y la popularidad de la oposición venezolana no parece importante y su futuro parece depender de la intervención extranjera, por la que clama descaradamente.

El gobierno chavista está hoy muy fortalecido a partir de la puesta en marcha de la Asamblea Constituyente, y se empieza a advertir algo que parece el eje central del debate internacional sobre Venezuela. Lo inadmisible que le resulta al orden neoliberal internacional, la existencia de una experiencia democrática que coloque la soberanía popular y la distribución del poder y del ingreso, por sobre el paradigma del fundamentalismo de libre mercado.

De eso se trata centralmente la critica a Venezuela, desde un orden internacional en mutación, con cambios muy profundos que merecen que redimensionemos algunos debates, en virtud de que gran parte de las características del orden internacional que conocimos, han desparecido.

En este contexto hay algunos puntos centrales que advertir. El primero es que estamos en pleno cumplimiento de aquel deseo de Friedrich Hayek, el austriaco, de pasado oscuro en tiempos nazis, creador del neoliberalismo. El que soñó con un gobierno mundial, conducido por el mercado y las empresas, con los países como colaboradores de ese orden. Mercado globalizado que le asignaría roles y funciones a cada uno de esos países. Esa situación es la que estamos atravesando, en el marco de una redefinición de cuáles son los roles y cuales los alcances, que quedan para los Estados Nación y la Soberania Popular, en este nuevo escenario geopolítico mundial.

En este contexto, estamos atravesando un profundo cambio de los modos de producción, con una serie de contradicciones no muy fáciles de advertir en lo inmediato, donde tal vez la más clara, sea la que se da en el marco de una globalización que parece ya inexorable, la tensión entre las corporaciones y los Estados Nación. La lucha por saber si la globalización la van a conducir los Estados Nación o las corporaciones.

Cuando vemos el Foro de Davos, vemos la expresión más acabada de un escenario sin países, un escenario donde las corporaciones son las que determinan el nivel de distribución del poder internacional y los países solo son los que van a ese lugar a saber cuál es el rol que le toca en la asignación de tareas en el mercado productivo mundial global. Sin embargo subsisiten algunas paradojas, algunas polémicas, que merecen sin embargo reflejarse en el análisis. Vemos hoy en este debate internacional, que quienes más están resistiendo ese modelo de globalización corporativa, son, aunque parezca contradictorio, Angela Merkel y Donald Trump. Esto no significa que Merkel y Trump esten comprometidos con los intereses populares, pero si que la globalización tiene grietas que debemos advertir y aprovechar.

Algunos Think Tank muy importantes, entre ellos el Heritage Foundation, vienen produciendo una serie de documentos en los cuales se plantea que el único modo que tiene Estados Unidos de mantener el empleo de su población, la vigencia del sueno americano y la continuidad de sus propias industrias, es apelar a la amenaza militar para condicionar la globalización corporativa. Este es un dato absolutamente claro, y cuando uno ve el discurso de Trump, y los criterios y propuestas que de el surgen, observamos que básicamente está planteando la amenaza militar como condicionante del funcionamiento de las empresas, sobre todo de las norteamericanas, las que a partir de esta actualidad de deslocalización de la producción, generan desempleo a lo largo y a lo ancho de la "unión". Esta incesante mudanza de su producción a países periféricos con mucho menor legislación laboral y salarios mas bajos, tiene como receptor principal, paradojalmente, al agente principal neo-liberalizador que hoy es China. Pais que está en condiciones de ofrecer 900 millones de trabajadores, cuya mano de obra tiene un costo salarial de menos de una cuarta parte, de lo que percibe como salrioo un trabajador, en cualquier país desarrollado. China ofrece esta posibilidad a las empresas globales, porque además lo necesita. 


Entonces esta idea de deslocalización geográfica, de globalización corporativa sin países y sin control de los Estados Nación, solo puede ser condicionada por la amenaza militar, tal vez la única herramienta que le queda a la estatalidad occidental, para poder condicionar esa situación, que parece a veces irrefrenable.

Además de Donald Trump y Estados Unidos, el otro proceso liderado por un Estado Nación, para no someterse mansamente a esta globalización corporativa es el que lleva adelante Angela Merkel desde Alemania, manteniendo la plena vigencia del estado de bienestar al interior de Alemania aun para sus inmigrantes, más de 1 millón con ciudadanía alemana plena, financiando esta situación con control y apoyo a sus empresas, y con la ocupación, casi colonial, de los mercados de Europa del Sur y Europa del Este, para colocar sus manufacturas, ademas de la búsqueda incesante de nichos de mercado de elite, para sus productos premiun, en los mercados occidentales.

Esta es la discusión que está dando vueltas, la necesidad de revisar aspectos centrales del debate sobre la relación entre mercado y democracia, entre economía y política, donde Venezuela aparece como un laboratorio de estrategias populares en defensa de su pueblo, que amenazado por la globalización corporativa, sigue dando ejemplo de resistencia.

Una de las propuestas centrales a revisar por el movimiento popular, donde Venezuela tiene una ventaja que muchos de nosotros no vimos como posibilidad organizativa, y es la Unidad Cívico Militar. Hipótesis de trabajo que en Argentina dio origen al peronismo y que el accionar de las Fuerzas Armadas argentinas durante la dictadura, puso en crisis como concepto político.

Es imperioso redefinir el debate sobre el “antimilitarismo” en el campo popular. Sin estrategias de apoyo militar que respalden los pronunciamientos democráticos populares, la desventaja ante el poder acumulado por los jefes del mercado global financiero, será muy difícil de revertir para los proyectos políticos que se planteen una política que mejore el presente y el futuro de nuestros pueblos.

El error del “antimilitarismo” viendo la experiencia venezolana, es algo que nosotros debemos revisar profundamente, porque como vemos en Brasil, ante un capital impiadoso que está dispuesto a volver a la semi esclavitud para maximizar sus ganancias, el límite al ajuste solo será dado por la resistencia de los ajustados. No hay otra variante que determine cuál es el límite del ajuste que no sea la resistencia organizada de los ajustados La reforma laboral de Brasil tiene las características que tiene y la posibilidad de llevarse adelante básicamente, por la falta de resistencia de los ajustados, debido a su falta de organización política y social  ac orde, a este dificil presente.

Terminada la “amenaza comunista” el Estado de Bienestar no es un insumo que el capital internacional considere un “gasto necesario”. En ese marco resulta también central, revisar algunos aspectos de extrema ingenuidad en la agenda de trabajo de nuestras fuerzas políticas. La “ingenuidad liberal democrática” le cuesta muy caro a los pueblos cuando los movimientos populares no están en el gobierno.

Una fuerza política con pretensiones de alternativa de poder, debe tener una relación seria y madura que implique incluso la búsqueda de adhesiones en el mundo de las fuerzas armadas y de las fuerzas de seguridad.

De hecho, uno de los aspectos centrales que ha permitido la supervivencia de procesos como el venezolano o el cubano, ha sido una “institucionalidad popular” que permite que el pueblo tenga herramientas para que el gobierno que lo representa mantenga el poder.

Y he aquí otro eje central del debate. En el mundo actual no hay procesos populares sin estatalidad. No hay “sociedad civil” que por sí sola, pueda resistir una concentración internacional de poder antipopular, tal vez nunca vista.

Entre esa diversa institucionalidad popular venezolana, la más influyente es la Unidad Cívico Militar, imprescindible para sobrevivir en un mundo globalizado, hegemonizado por el neoliberalismo, que claramente y cada día mas, muestra su incompatibilidad con la democracia que conocimos y defendimos en el pasado reciente.

Solamente la estatalidad es la defensa cierta, que tienen los procesos populares para mantenerse en el poder, porque además el propio neoliberalismo, en su incompatibilidad con la democracia, es el que ha dado por tierra de modo definitivo con su máxima ontológica, que era “la alternancia en el gobierno”, la máxima que en la post guerra determino que un país era democrático o no segun hubiera alternancia en el gobierno.

Esto ya no es posible, porque el neoliberalismo decidió deponer gobiernos que no comparten sus recetas y encarcelar a los dirigentes de las fuerzas políticas populares que pierdan elecciones o proscribirlos en el mejor de los casos. Cuando hay alternancia en el gobierno y los sectores populares no están en el poder, sus dirigentes son perseguidos, criminalizados y encarcelados, para posteriormente proscribir su participación democrática.

El modelo de democracia liberal/representativa de división de poderes, que nosotros consideramos hasta acá como modelo de disputa de poder, ya no es una variable a considerar centralmente, porque el neoliberalismo la fagocito y determino que todo lo ajeno al paradigma neoliberal es ajeno a la democracia.

La necesidad de construir herramientas geopolíticas de seguridad y bloques regionales, de defensa militar de los procesos populares, es una necesidad absolutamente imprescindible, en la reconstrucción de un nuevo modelo político, que incluso ponga en debate la insuficiencia y parcialidad de la institucionalidad internacional vigente.

Esta institucionalidad internacional, está tomada por este proceso de globalización corporativa. Debemos asumir que estrategias que fueron validas en otros tiempos como la apelación a la OEA, a la ONU, o a los organismos multilaterales de crédito y fomento, ya no son herramientas útiles y suficientes.

Esas herramientas no acudirán en defensa de ningún proceso popular que cuestione la globalización neoliberal y solo tratarán, como en Venezuela, de que no se extienda el "mal ejemplo".

De hecho, uno de tantos ejemplos para poner blanco sobre negro esta situación, es el accionar del Alto Comisionado de Derechos Humanos de Naciones Unidas. Venezuela ha sido observada por este alto comisionado, que preside nada menos que un príncipe jordano. En Jordania, a los jueces los nombra y los destituye el Rey sin acuerdo parlamentario y el Rey nombra a los 76 senadores que tienen que darle validez a las Leyes, las que tienen que ser firmadas por el Rey para ser leyes. Ese señor, ese príncipe jordano de nombre Zeid bin Ra’ad, es el que el conjunto de la comunidad internacional determino, que puede juzgar la vigencia de los derechos humanos en el mundo.

Por todo esto, la reflexión central sobre Venezuela, debe llevarnos a debatir con más énfasis, la incompatibilidad del neoliberalismo con la democracia. Si no somos capaces de cuestionar el conjunto de la construcción cultural neoliberal de modo explícito y de construir otras ideas, otros modelos y otras instituciones, no tendremos capacidad de llevar al pueblo a la victoria.

La estructura conceptual, mediática, cultural y de desarrollo que la globalización neoliberal ha “capturado” para su fundamentalismo conceptual, nos obliga a una reflexión de recategorización de una cantidad de cosas, Nuestra región solo tendrá el lugar de proveedor de materias primas con exclusión social creciente por generaciones, en el rol que la globalización nos asigna.

Debemos ser capaces de construir otro modelo, de reforzar la experiencia de UNASUR y de CELAC y de entender que dentro del neoliberalismo no tendremos democracia real ni futuro para nuestros hijos.