Santa Fe, Jueves 21 de noviembre de 2024
19-10-2017
Las noticias falsas de los medios de comunicación sobre Venezuela, han quedado palmariamente expuestas después de las elecciones regionales sucedidas en Venezuela, el último domingo 15 de octubre. Allí se eligieron los 23 gobernadores de los estados en los que se divide el país, demostrando una vitalidad política notable del Chavismo, que se impuso en 18 de ellas, con más del cincuenta por ciento de los votos, ante la absoluta desfachatez del grueso de los medios de comunicación y de los organismos multilaterales,
Los pronósticos que, desde hace más de un año, habían señalado un “repudio popular generalizado” al Gobierno del Presidente Maduro, lejos están de ser tales y han dejado claro el carácter de campaña publicitaria de esta información, ajena a cualquier acto de periodismo, que intente describir la realidad, aun subjetivamente.
Hay varias lecturas que hacer del triunfo de la Revolución Bolivariana iniciada por Chávez hace casi 20 años, en el país que ostenta la reserva petrolera número uno del mundo.
Pero la más importante es la que se refiere a la capacidad bolivariana de interpretar claramente la “hipocresía democrática occidental”, la que, en su supuesta lucha por la democracia en Venezuela, persigue centralmente el intento de privatizar y alejar de la soberanía popular, el control de la Empresa Petrolera PDVSA, y los recursos resultantes de su renta petrolera.
El chavismo ha entendido desde siempre y hoy más que nunca, que tanto la institucionalidad internacional vigente, como la enorme mayoría de los medios de comunicación, han dejado de cumplir sus objetivos originales, y hoy funcionan como “abogados de parte” en defensa de una globalización neoliberal, absolutamente salvaje.
El Gobierno Bolivariano se planteó entonces varios desafíos, por un lado, el mantenimiento y profundización de políticas públicas destinadas a la inclusión social y al desarrollo de igualdad de oportunidades del pueblo venezolano.
Por el otro, la construcción de una red propia de difusión de informaciones y noticias con la señal Telesur como nave insignia, tanto hacia el interior del país, como a escala internacional, desechando la estéril lucha para que los medios de comunicación globalizados, publiquen noticias reales y no inventadas, como de hecho lo hacen. Venezuela ha mostrado como pocas veces, que el grueso de los medios de comunicación, solo reflejan hoy los intereses de las empresas a las que pertenecen. Ya no les importa mucho la verdad, y ni siquiera los avergüenza las mentiras que publican. Cumplen un rol de publicidad de sus propios intereses económicos y políticos, ajenos a cualquier defensa de la democracia.
Finalmente, el gobierno bolivariano impulso también, la construcción de una política exterior de acción bilateral múltiple, con un conjunto de países y gobiernos ajenos al paradigma occidental, pero de suma importancia geopolítica. En ese sentido los acuerdos de cooperación suscriptos con la República Popular China, la Federación Rusa y el Gobierno de Turquía, aparecen como los más significativos. La relación e intercambio comercial petrolero cooperativo, con importantes estados norteamericanos del sur de ese país, completa un escenario de gestión internacional muy adecuado, para aislar las pretensiones injerencistas de la desprestigiada Organización de Estados Americanos y del propio gobierno de Donald Trump.
Estas tres acciones, coordinadas y mancomunadas, ayudaron a la movilización popular, a construir las condiciones políticas y sociales para que el pueblo venezolano, como tantas otras veces, diera su respaldo electoral soberano al proceso bolivariano.
El último domingo, se ratificó un proceso de apoyo popular electoral, que ya se había reiniciado a partir de la puesta en marcha de la Asamblea Constituyente, electa el último 30 de Julio, a pesar de la violencia de la oposición apoyada internacionalmente, de modo increíble.
Al orden neoliberal internacional, le resulta inadmisible la existencia de una experiencia democrática como la venezolana, que coloque la soberanía popular y la distribución del poder y del ingreso, por sobre el paradigma del fundamentalismo de libre mercado.
Venezuela nos permite ver ahora, como si fuese el iluminador de un espectáculo de títeres, los hilos que manejan los medios de comunicación y los organismos multilaterales, tanto como las intenciones de los personajes que nos hablan desde ellos. Personajes que no son más que empleados, de una globalización impulsada por las empresas transnacionales. Globalización empresarial que ve en la democracia y en la soberanía popular, obstáculos para la maximización espuria de sus ganancias, y no condiciones para la organización de un mundo más justo e igualitario.
Felizmente la verdad no ha muerto, y en lugares como Venezuela sobrevive a las mentiras globalizadoras.