Santa Fe, Miércoles 9 de octubre de 2024
12-07-2020
Black Rock, Donald Trump & Co
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OPINIÓN via @ElPaisDigitalOK El juzgamiento de los responsables de la deuda externa incrementada en más de 100.000 millones de dólares por el gobierno de Macri no aparece en la discusión de lo que vendrá. Una especie de borrón y cuenta nueva con endeudadores y fugadores, que son tan seriales, como los odiadores. De hecho, tal vez odiadores, endeudadores y fugadores seriales, sean las mismas personas
El ultimo 9 de Julio, pandemia mediante, el gobierno nacional organizo una conmemoración en Olivos con llamativas presencias y notables ausencias. Estuvieron este jueves Miguel Acevedo, presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA), Carolina Castro (UIA), Héctor Daer, Secretario General de la CGT, Adelmo Gabbi, titular de Bolsa de Comercio, Eduardo Eurnekian, Cámara Argentina de Comercio y Servicios, Javier Bolzico, Asociación de Bancos Argentinos, Nestor Szczech, Cámara Argentina de la Construcción y Daniel Pelegrina, de la Sociedad Rural Argentina. Casi todos ellos firmes creyentes de que el kirchnerismo es una anomalía que habría que extirpar del sistema político argentino. No hubo kirchneristas, extrañamente.
La situación motivo una mirada sorprendida de muchos analistas, al observar esa escenografía y reflexionar de inmediato que el presidente no lo seria si no hubiera mediado en tal sentido la decisión de Cristina Fernandez de Kirchner de promoverlo a ese cargo. La líder del Frente de Todos tampoco estuvo en Olivos.
Este acto se presentó como el germen de lo que se pretende sea un gran pacto de gobernabilidad a partir de la “reconstrucción post pandemia”. Extraño de pensar con ausencias como la del kirchnerismo, la CTA, La Unión de Trabajadores de la Tierra y la Corriente Federal de Trabajadores de la CGT, soportes centrales del Frente de Todos, por citar solo algunos.
Gran parte de esa minoría que se apropia de dólares a precio subsidiado, estaba sentada ahí, al lado del Presidente. El propio Banco Central, tal vez ladrándole a las nubes, informo que la fuga durante el macrismo, sutilmente denominada Formación de Activos Externos de Residentes Argentinos fue de 86.200 millones de dólares. La imagen de Olivos pareció decir: todos serán perdonados en aras del fin de la grieta.
La Deuda sin Fin
A una semana del relanzamiento de la “última oferta para la renegociación de la deuda” las informaciones sobre la actitud de los acreedores son contradictorias.
La propuesta presentada ante la SEC explicita cómo el Gobierno plantea reprogramar su deuda y en caso de no lograrlo, intentar saltearse los bloqueos que adelantaron Ad Hoc y otros grupos de los Bonistas del Canje, liderados por Black Rock.
Las cláusulas de acción colectiva (CACs) que indican la necesidad de contar con aceptaciones mayoritarias surgieron con el impulso de Argentina en 2015. Para limitar la posibilidad de que los acreedores que no entren a un canje pudieran arruinar una reestructuración aceptada por una amplia mayoría (como lo hicieron los fondos buitre sobre nuestro canje 2010), se creó esta figura. La estrategia de bloquear la construcción de mayoría y forzar de ese modo, mejoras ofertas en las reestructuraciones, fue la respuesta de los tenedores.
La propuesta de canje de los 66.300 millones de dólares a reestructurar ha sufrido modificaciones. A la suba del dinero ofrecido por capital e intereses se suma la decisión del gobierno de pretender flexibilizar la condición de mayoría del 66,7% y desagregarla a un mínimo admisible menor de cada serie de bonos a cumplir antes del 4 de agosto. El tiempo y los tribunales de Nueva York determinaran si esto, es o no es default, en caso de que Argentina no consiga la adhesión del mágico 66,7%.
Argentina comunico que hay 29 series de bonos elegibles para el canje. 12 de ellos están emitidos bajo la Indenture 2005 (6 bajo ley Nueva York y 6 bajo ley de Inglaterra). Además hay 17 series bajo la Indenture 2016 (5 en euros, 1 en francos suizos y el resto en dólares).
“Indenture” se llama a la “letra chica” de una colocación de deuda, y describe las condiciones contractuales bajo las que se emiten los bonos en los mercados internacionales, en particular las Cláusulas de Acción Colectiva (CACs). En 2005 no había obligación de quienes no aceptaban el canje de someterse a los términos del acuerdo refrendado por la mayoría y se permitía que los que no acordaban se transformaran en buitres para poder exigir el pago nominal total de esos papeles, en tribunales. Esto fue lo que legitimó el extinto Juez Griesa en su momento, a instancias de Paul Singer y de muchos tenedores “patriotas”.
El Indenture, la letra chica de los primeros contiene cláusulas de acción colectiva (CACs) que exigen 85% de aceptación sobre el total de las acreencias a reestructurar y en simultáneo el 66,7% de cada serie de bonos, para que la reestructuración se aplique sobre el total de dicha serie. Para los bonos de Indenture 2016, las exigencias son algo menores, el 66,7% del total y el 50% de cada una de las series.
Entre las nuevas demandas, los acreedores pretenden eliminar las cláusulas de acción colectivas, surgidas a partir del 2015, de los bonos canjeables y retrotraer la situación a 2005 para poder cobrar por vía judicial el 100% del total aun en condición de minoría ostensible.
El fallo de esta semana de la jueza de Nueva York Loretta Preska, ordenando al Estado Argentino el pago de 224 millones de dólares por el default de bonos emitidos entre 1997 y 2001 es otra de las estrategias de presión de los acreedores y muestra que sería un grave error, suponer que los especuladores financieros tienen algún condicionante en su comportamiento referido a la misericordia o el humanismo.
El fallo, mal explicado por los empleados de los bancos que hacen de periodistas, convalidó el reclamo de los fondos buitre Attestor Master Value, beneficiario de 67,9 millones de dólares y Trinity Investments, beneficiario de 156,3 millones. Estos fondos buitres los habían comprado en 2014, por el 10% de lo que cobraran ahora por la vía judicial.
Larry, el amigo de Donald
En este escenario, Argentina gira alrededor del quehacer de Black Rock. Ese Fondo de Inversiones es hoy el alter ego de Donald Trump, viniendo a complementar la antigua hegemonía de Goldman Sachs en relación al manejo de las finanzas de los gobiernos estadounidenses.
Goldman Sachs fue el que impuso tres de sus ejecutivos como Secretarios del Tesoro de los Estados Unidos en las últimas décadas. Entre 1995 y 1999, durante la presidencia de Bill Clinton, Robert Rubin ocupó ese lugar. En el segundo mandato presidencial del republicano George W. Bush, Hank Paulson se desempeñó como titular del Tesoro entre julio de 2006 y enero de 2009 y ahora Steven Mnuchin, actual secretario del Tesoro de Trump desde febrero de 2017, es otro producto de Goldman Sachs. Como se observa, no es un “proveedor partidario” de Secretarios del Tesoro Estadounidense, sino un actor estable por encima de gobiernos y partidos.
La crisis del Covid-19 hizo que Trump buscara otras opciones complementarias para evitar la quiebra masiva de las empresas de su país. A fines de marzo, la Reserva Federal anunció en un comunicado que había contratado los servicios de Black Rock Financial Markets Advisory para comprar activos en su nombre, a los principales distribuidores del mercado estadounidense y de terceros países.
Estados Unidos, a partir de la pandemia, imprime la friolera de 500 mil millones de dólares semanales para tapar el mundo de billetes verdes, transferir sus deudas a todos los países y mantener vivas, aun en carácter de “zombies”, a empresas estadounidenses quebradas en la realidad.
Black Rock ha sido contratada para hacer el trabajo sucio que por razones de imagen no puede hacer la Federal Reserve. Trabajo que refiere a comprar masivamente bonos corporativos y valores de hipotecas comerciales de empresas pasadas a incobrables, como medida para ocultar y frenar el impacto económico, de la propagación del Covid-19.
Larry Fink, el capo de Black Rock firmo aquellos días, un comunicado que decía “Black Rock Financial Markets Advisory tiene el honor de haber sido seleccionado para ayudar a la Reserva Federal durante este tiempo extraordinario”. La sociedad Fink Trump se hacía pública.
Pensar que Black Rock trabe la negociación de la reestructuración de la deuda argentina, contrariando al gobierno de Donald Trump o desoyendo supuestas instrucciones del presidente estadounidense, es una mentira tan grande, que da vergüenza repetirla. Black Rock es Trump.
Larry Fink es el presidente y director ejecutivo de Black Rock desde 1992. La firma global con sede en Nueva York es en la actualidad la administradora de activos financieros y deuda soberana más grande del mundo, con un portafolio de inversiones que ronda los 7 billones de dólares, a lo que se suman alrededor de 300 mil millones de dólares semanales que le entrega la Fed para la operatoria mencionaba. La deuda argentina de su cartera es solo “caja chica”.
Trump no ha dado instrucciones para ayudar a la República Argentina en la reestructuración de su deuda externa en sede extranjera. La decisión del Gobierno Nacional de permanecer en el Grupo de Lima y en el Proyecto PROSUR, engendros lamentables diseñados por el Departamento de Estado para justificar un Golpe de Estado en Venezuela, y a los que nos arrastrara Mauricio Macri, no parecen muestras de amor suficientes, como para que Donald se ocupe de nuestra suerte, y mucho menos para que apoye la pretensión argentina, de encabezar el Banco Interamericano de Desarrollo.
Del pedido solidario para con Argentina del Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, cenando con Trump en la Casa Blanca el ultimo 8 de julio, no hay noticias aún.
Si Mohammad Reza Pahlaví, el último Sha de Persia, viviera, podría contarnos como después de una vida al servicio de Estados Unidos murió abandonado en El Cairo sin que siquiera lo dejasen entrar al país de la libertad. Aliado difícil y desagradecido, suele ser el país del norte.
La Pandemia y los Republicanos
Esta semana estuvo marcada también por el contagio de Covid-19 de varios importantes dirigentes de la Región, como el presidente Jair Bolsonaro, la golpista boliviana Jeanine Añez y el Presidente de la Asamblea Constituyente de Venezuela, Diosdado Cabello. El Covid-19 no cede y la insolvencia para con la pandemia de la OMS ya es inocultable. Más allá de los discursos “políticamente correctos” que elogian la acción de la organización dirigida por el eritreo Tedros Adhanom Ghebreyesus, la OMS no sabe ni cómo surgió la pandemia, ni como se transmite ni cuánto durará.
Párrafo aparte para la movilización del antiperonismo del 9 de julio último. El hecho de que la derecha se sienta en capacidad de desestabilizar a un gobierno acechado por la herencia recibida y la pandemia de Covid-19, parece mucho más vinculado a las dificultades del accionar del Poder Ejecutivo que a la representatividad de los “movilizados”.
El ideario alfonsinista que se refleja en muchas acciones del gobierno no ha producido una expansión de su representación social inicial y la ilusión de que se puede redistribuir riqueza sin confrontación y de que la derecha argentina puede ser republicana, no parece una estrategia muy prometedora.
Con un horizonte de destrucción global de la economía y con la situación social que se avecina en nuestro país, tal vez el gobierno debiera probar con un poco más de kirchnerismo.