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14-11-2020

Nagorno-Karabaj, su impacto en Argentina y el accionar de Rusia como garante de la Paz

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Por Marcelo Brignoni para La Tecl@ Eñe Revista. El largo conflicto de Nagorno-Karabaj entre Armenia y Azerbaiyán, que a través de la responsable intervención de la Federación Rusa, logró un alto el fuego total el 9 de noviembre último, después de cuarenta y cuatro días de guerra parece a priori altamente ajeno a nuestro país. Sin embargo, esto no es tan así. https://lateclaenerevista.com/nagorno-karabaj-su-impacto-en-argentina-y-el-accionar-de-rusia-como-garante-de-la-paz-por-marcelo-brignoni/

El Cáucaso Sur es una región que comprende las actuales repúblicas de Armenia, Georgia y Azerbaiyán, las regiones de Abjasia y Osetia del Sur, además de la República Autónoma de Najicheván y Nagorno-Karabaj. Partes menores de Turquía e Irán también están geográficamente localizadas dentro de esta región.
 
La actual República de Artsaj llamada hasta 2017 República del Alto Karabaj,​ es una república independiente de facto reconocida por la Republica de Armenia, pero localizada en territorios que son reconocidos internacionalmente como parte de Azerbaiyán, y se ubican cercanos a la frontera con Armenia.
 
Las fronteras entre Armenia y Azerbaiyán tienen un siglo de conflictos, desde cuando esos países se independizaron del Imperio Ruso en el año 1918. Más tarde ambos estados, Armenia y Azerbaiyán, serían incorporados a la Unión Soviética. La controversia continuó por décadas aun cuando la zona del Alto Karabaj fue incorporada en 1923 dentro de la República Socialista Soviética de Azerbaiyán.
 
El largo conflicto y su relación con Argentina.
 
Uno de los países que protagoniza el conflicto de Nagorno-Karabaj, la República de Armenia, tiene una numerosa y poderosa inmigración en Argentina, de larga influencia social, política y económica en nuestro país.
 
La inmigración armenia en Argentina cuenta con cerca de cien mil habitantes de esa procedencia, siendo en tamaño, la tercera comunidad armenia en el exterior de ese país. Las primeras familias armenias llegaron a nuestro país entre 1909 y 1914. Como consecuencia del Genocidio Armenio, reconocido como tal por la legislación argentina, prosiguió entre 1923 y 1930. Años más tarde, al finalizar la segunda guerra mundial, llegarían a nuestro país familias armenias procedentes de Francia, Grecia, Bulgaria, Rumania e incluso de Turquía. Esa oleada inmigratoria se extendería hasta iniciada la década del 60. La desaparición de la Unión Soviética motivaría la llegada del último contingente inmigratorio numeroso de origen armenio, a nuestra patria.
 
Esta situación, la composición poblacional de nuestro país, debe ser considerada en las acciones de política exterior de nuestro gobierno sin por ello transformarse en un determinante de una posición de Argentina que sea ajena a nuestra tradición de no injerencia y de respeto a la soberanía de los países y la búsqueda de la paz.
 
Los últimos 32 años.
 
En 1988, con el mundo soviético a punto de desmembrarse, grandes manifestaciones en Armenia y en Nagorno-Karabaj pedían la unificación de ambos territorios. Nagorno-Karabaj, entonces territorio azerbaiyano, invocó la ley soviética pidiendo un cambio administrativo rechazado por Azerbaiyán. El conflicto escaló y 400 mil armenios dejaron Azerbaiyán, y 170 mil azeríes dejaron Armenia en medio de tensiones nacionalistas en ambos países. En 1991, con la Unión Soviética desmembrada y en total descomposición y con Azerbaiyán proclamando su independencia, el conflicto comenzó a militarizarse. Nagorno-Karabaj informó que no deseaba seguir formando parte de Azerbaiyán, y proclamó su propia independencia, reconocida por Armenia y rechazada por Azerbaiyán.
 
A fines de 1993 Nagorno-Karabaj expulsó a las tropas residuales azeríes y a miles de civiles ocupando militarmente más de 5 mil kilómetros cuadrados de territorio de Azerbaiyán. La avanzada militar de Armenia y Nagorno-Karabaj destruiría ciudades enteras. Fizouli tal vez sea la más emblemática. La ciudad, que tenía 17.000 habitantes en el último censo soviético de 1989, fue tomada por las fuerzas armenias en Nagorno-Karabaj. Sus últimos habitantes, en su mayoría azerbaiyanos, serían expulsados. Desde entonces es un montón de ruinas en el medio de un páramo de cráteres de bombas y edificios destruidos, acechados por la vegetación.
 
Un año antes, en 1992, cuando el conflicto no tenía esta dimensión, se había creado el grupo de Minsk de la OSCE (Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa) con las copresidencias, más simbólicas que reales, de los Estados Unidos y Rusia. Su primer fracaso sería no poder evitar la militarización extrema del conflicto y la ocupación de Nagorno-Karabaj con participación militar armenia.
 
Después de años de conflicto no formal de baja intensidad y ya entrado el 2004, el grupo de Minsk de la OSCE buscó una nueva solución. Luego del fracaso de varios planes de paz y al cabo de 5 años más de negociaciones, anunciaría en 2009 los Objetivos de Madrid que incluían:
 
La devolución de los territorios ocupados a Azerbaiyán
Un estatus interino para Nagorno-Karabaj que garantice su seguridad y autogobierno.
Un corredor que conecte a Armenia con Nagorno-Karabaj
Un plebiscito que determine el estatus final de Nagorno-Karabaj.
Ya por entonces, las víctimas fatales del conflicto superaban holgadamente las 15 mil.
 
Desde aquel 2009 solo se pueden relatar fracasos diplomáticos. Todas las reuniones de estos últimos años no tuvieron resultados concretos. Armenia sostiene el principio de autodeterminación de los armenios de Nagorno-Karabaj, mientras que Azerbaiyán sostiene el principio de estricto respeto de la integridad de su territorio como explicación de su petición de ocupar Nagorno-Karabaj. Posiciones similares a las que se dan en el debate de Malvinas entre Argentina y el Reino Unido.
 
27 de septiembre, inicio de los últimos combates.
 
Desde el comienzo de la ofensiva azerí, aquel 27 de septiembre, mucho pasó. Las tropas de Bakú recuperaron el control territorial de los siete distritos vecinos de Nagorno-Karabaj que Armenia había ocupado desde la década de 1990.
 
Aún no se ha dado a conocer el número de víctimas fatales de estos enfrentamientos, que en ningún caso se presume es una cifra inferior a las 5 mil bajas entre militares y civiles de ambos “bandos”. Tristísimo costo irrecuperable ante la incapacidad de la burocracia diplomática multilateral, de encontrar una solución.
 
Solo la responsable intervención de la Federación de Rusia logró un alto el fuego total el 9 de noviembre, después de cuarenta y cuatro días de guerra, en Nagorno-Karabaj. Firmado por Armenia y por Azerbaiyán, bajo los auspicios de Moscú, consagra un estatus que será vigilado por una fuerza de paz de unos 2.500 soldados rusos desplegados en el mismo Nagorno-Karabaj. Fuerza de Paz que tendrá además que garantizar, la seguridad de los corredores hacia los dos países.
 
El gobierno de Nikol Pachinian deberá lidiar con la desazón de su población por lo que algunos señalan como malas condiciones del acuerdo para los intereses armenios ante el alto el fuego. La falta de mirada estratégica sobre el conflicto transformó su desenlace en un verdadero mal momento para el gobierno encabezado por el destacado periodista y editor, que ha comprobado en carne propia, que protagonizar las noticias es bastante más difícil que editorializarlas.
 
Ilham Aliev, el presidente de Azerbaiyán, líder del Partido Nuevo Azerbaiyán, afiliado a la Internacional Demócrata de Centro Cristiana, puede presentar su plan hasta el momento como satisfactorio con relación a los intereses históricos de Azerbaiyán en Nagorno-Karabaj, aunque el control territorial de la región, que permitirá el regreso de la población azerí a esos territorios, quedará en manos de la fuerza de paz rusa.
 
La vocación pro-occidental de Azerbaiyán tal vez se evaluó en Armenia como una carta a su favor ante la mirada rusa sobre el conflicto. Esto claramente no sucedió y la prioridad rusa del equilibrio y la paz en la región, primó por sobre la especulación unilateral del gobierno armenio.
 
Conclusiones preliminares.
 
Rusia una vez más, da muestra de poder influir positivamente equilibrando conflictos regionales y apostando por la estabilidad política de los Estados y la Paz. Una política de intervención regional mucho más positiva que la acción permanente de Estados Unidos, generando inestabilidades regionales en distintos lugares del mundo.
 
La diplomacia europea anota un nuevo fracaso en su historial. El grupo de Minsk, creado por la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa), 28 años después de su formalización no puede aportar ninguna solución. Esos largos años de negociaciones, llevadas a cabo bajo su patrocinio, no han arrojado nada.
 
Por otra parte, en lo que refiere a la política exterior argentina, la actualidad del conflicto y su evolución no debiera desandar el camino de nuestra tradición diplomática en temas como este. La no injerencia y el respeto a la soberanía de los países, tanto como la búsqueda de soluciones pacíficas, debiera mantenerse como el norte de nuestra política exterior. Argentina es una nación de pluralidad étnica, religiosa, de nativos e inmigrantes. El pueblo argentino se nutre de todo esto, pero el Estado que nos representa constituye la unidad de esas parcialidades, no siendo ninguna de ellas en particular, la que lo debiera representar. 
 
Ojalá siga la Paz en Nagorno-Karabaj; resulta muy necesaria.